miércoles, 20 de marzo de 2013

Tico el enigmático



           Julia lo sabía. Tico era simpático, pero no de una forma tranquilizadora. Tenía algo raro que sólo ella notaba. Y, cuando hacía referencia a eso, Rafa y Mauro se reían.

            Era viejo para juntarse con su grupo de amigos; tenía 53 años, y la mayoría eran veinteañeros. Pero, por alguna extraña razón, todos lo aceptaban.

            Venía del interior. Sabía muchos trucos de magia, más de lo que un humano promedio (o incluso un mago) debería saber. Jugaba a las cartas y nunca perdía. Y, lo más llamativo, era cómo caminaba. Entre paso y paso, a veces se le despegaban al mismo tiempo los pies. Pero, justo en esos segundos en el aire, la única que miraba era Julia.

            ¡Cuánto hubo de él que nadie nunca conoció! Y, lo que sí mostró, sólo sirvió para confundir. Uno podía saber todos sus pasos, verlo desnudo, hablar con sus conocidos… y estar tan lejos de saber qué pensaba  y cómo era en realidad.

            Julia leyó sobre psicología, pero no encontró un perfil que se ajustara al de Tico. Tenía rasgos que podían revelar las enfermedades más variadas. Varias veces se esforzó en descubrirlo, pero siempre en vano. Hasta El Día Asesino

           Julia llama así al día en que asesinó la imagen que tenía de él porque dejó de ser una incógnita. Pensó en sus métodos y órdenes y las armas de juguete que juntaba como un niño, y supo lo que era.

            No pudo parar de leer información, y todo se ajustó mejor que ninguna otra vez. Y más se ajustó cuando se acordó de la foto que Tico tenía en su escritorio, de un conejo degollado. ¡La misma que aparecía en una nota sobre asesinos serialesque encontró en un blog!

            “¿Quién es capaz de lastimar a un ser tan pequeño y suave como un conejo?”, pensó Julia. Y, desde ese momento, lo espió. Cada vez se convenció más. Pero, al final, Rafa y Mauro tenían razón: Tico no era un asesino serial. Era el dueño de un prostíbulo infantil.

Referencias: 



martes, 5 de marzo de 2013

Respeto en construcción



1.

          Julia: –Soy juguetona con los hombres. Bah, juegan conmigo…. a las escondidas. Los persigo, y después no los veo más.

          Rafa: –¿Qué te hacés, Julia? Si vos sos la que siempre los deja.

          Julia: –Nada que ver. ¿Te acordás de Tino?

          Rafa: –Tremendo drogadicto. Agradecé que te dejó. Te salvó de ir a la cárcel.

          Julia: –¿Y de Martín?

          Rafa: –Homosexual.

          Julia: –Nada que ver. Sólo era sensible.

           Rafa: –Dios mío, Julia. ¿Te acordás de la primera vez que fuiste a la casa?

           Julia: –Me shockeó un poco porque no lo conocía, pero no es gay.

           Rafa: –Julia, tenía un cuarto rosado. ¡¡¡Rosado, por dios!!! Yo estoy con hombres y no hago eso.

          Julia: –Pero es porque era de la hermana. Después lo iba a pintar.

          Rafa: –Te diría que está en el clóset, pero ni siquiera. Está en el cuarto. Rosado.

          Julia: –Bueno, por lo menos ahora somos amigos. Y a Enzo lo dejé yo.

          Rafa: –¿Quién es Enzo?

         Julia: –Mi ex novio imaginario.

2.

                Julia cortó el teléfono. Agarró unos cereales de la cocina, prendió la compu y se puso a mirar Cualca. Vio videos toda la tarde.

                Pensó en llamar a Mauro, pero no valía la pena. Sus amigos no la iban a ayudar en esto. Si quería descubrir cómo dejar de atraer sólo a homosexuales o drogadictos, tendría que hablar con alguien que supiera. Pensó en sus amigas. 


                












                Pero ninguna le servía. Todas atraían al mismo tipo de hombres que ella (varias veces, a exactamente el mismo tipo). 


                En eso estaba, cuando recibió una llamada de una de ellas: Lore.  


                Lore era como una barbie de pelo negro.  Julia era más bien como La Señora Cara de Papa, pero soltera. Lore se ponía una remera vieja, y le quedaba como si fuera un vestido de fiesta. Julia se ponía un vestido de fiesta, y le quedaba como si fuera una cortina. Lore no hacía nada para parecer linda, pero lo era igual. Julia no hacía nada para parecer una cortina, pero lo era igual. 

                Lore: –Tengo algo para contarte. 

                Julia:  –Dale, decime. 

                Lore: –Después te digo. 

                Julia: –Dale, ¿con quién saliste ahora?

                Hubo un silencio. 

                Lore: – No puedo hablar. Cuando puedas vení a lo de mis tíos.

3. 

            Lore y Julia se habían conocido en la escuela. Ahora, ella vivía en España. Hacía tiempo que estaba juntando plata para volver a Uruguay. Julia no la veía hacía años. Y, cuando le abrió la puerta, tampoco la vio. Era como si estuviera adelante de otra persona.
Por primera vez, la remera que tenía puesta le quedaba mal. Y no tenía el cutis perfecto de siempre. Una cicatriz le rodeaba la mejilla.

            Caminaron por el pasillo. El cuarto de los tíos de Lore estaba abierto. Los vio durmiendo. Llegaron al de ella. Conociéndola, Julia pensó que habría ropa tirada por todos lados. Pero no. La valija estaba en el centro, llena.

           Lore: –Voy a volver a España. 

           Julia: –¿Qué? Pero si recién viniste... 

           Lore: –Por eso mismo. 

           Julia: –¿La estás pasando mal? ¿Qué pasó?

           Lore se puso a llorar. 

           Lore: –Fui a ver carnaval. 

           Julia: –¿Tan malo fue?

           Lore sacó un papel de un cajón. Era un pedazo de diario: 

              (...) La joven concurrió con algunas amigas al corso vecinal que se llevó a cabo en el barrio Pocitos. En tales circunstancias y cuando la muchacha se encaminó a comprar un refresco a un negocio de las inmediaciones, fue interceptada por tres individuos que, a base de amenazas, la raptaron y obligaron a caminar varias calles, hasta que fue introducida en una obra en construcción.


                 Julia siempre tenía algo para decir. Pero cuando leyó eso, se quedó callada. Y Lore siempre estaba perfecta, pero ahora lloraba sobre la valija. Y así se quedaron un tiempo.

Referencias: 















         
















miércoles, 20 de febrero de 2013

Rafa pone buena onda II




Fiesta: 

 Reunión de gente para celebrar algún suceso, o simplemente para divertirse.







1.
         La tía de Rafa fue puesta en libertad. Según la jueza, se trató de “legítima defensa”. Podría pensarse que la normalidad volvió a la familia. Pero eso nunca iba a pasar.
–Mi hermano denunció a mi madre –dijo Rafa.
–¿Eh?, ¿Mati?, ¿qué pasó?– preguntó Julia.
–¿En serio?
–Tan en serio como lo de la varilla de hierro, Mauro.
–Menos grave, por lo menos.
–¡Más grave! Esta vez me quedo sin salir.
–¿Por?

         –Porque mi madre lo castigó. Tiene que pasar en casa su último mes de vacaciones.
–¿Y vos qué tenés que ver?
–Que mi madre nunca está. El que lo va a cuidar soy yo.
–Qué bajón­­ –dijo Julia.
Ustedes y yo. No pienso quedarme solo con el enano.
–¡Es imposible tener un verano tranquilo contigo, Rafa! –dijo Julia.
         –No va a ser tan malo, si compramos comida –dijo Mauro. 
         –Comida, alcohol y lo que venga, Maurito. Si me quedo en casa, me quedo enfiestado.
         –Tenemos que planear todo –dijo Mauro.
         –Me voy a poner mi vestido de rombos.

2.
         Mauro y Rafa le avisaron a poca gente. Cuanto menos fueran, más fácil sería limpiar. El problema fue que, para que Mati no hablara, tuvieron que invitarle amiguitos. Además, Julia le avisó a todas sus amigas. Así que el sábado los tres compraron provisiones y esperaron a que llegaran los invitados.

         A las 22 hs, habían llegado 20. Minutos más tarde, eran 40. A la hora, no los podían contar. Se multiplicaban a una velocidad increíble. Estaban todos a los que le habían comentado de la fiesta, y todos a los que no. Nadie había faltado, ni por enfermedad. Uno hasta fue con varicela. Había gente que nunca habían visto. Saltaban en los sillones, se agarraban de las paredes, y no dejaban un espacio de alfombra a la vista. Cada vez que entraba alguien, Rafa rezaba para que fuera el último. 
         Las primeras en llegar habían sido unas gemelas que a Mauro le gustaban por igual. Le llamaron la atención un día en que contaron, al unísono, una noticia sobre asesinatos. Informadas y terroríficas, no podían ser mejores candidatas para él.


         Después, entró una pareja enamorada. Se notaba porque tenían corazones alrededor.

         
           Enseguida, una pareja incómoda que salía por primera vez. Los dos apretaban los dientes. Parecía que se los iban a romper. Y hubieran quedado más lindos sin dientes que con esas sonrisas.

       La primera persona que entró sola, estaba triste como si alguien le hubiera pegado un tiro. Nadie preguntó por qué. Sólo le ofrecieron papitas (pero no las aceptó). 
        
        La segunda persona que entró sola dijo que sólo venía porque no podía dormir. 
         El insomnio es una parte más de mi cuerpo, como los ojos o las orejas, sólo que no sirve para nada. Y crece todo el tiempo, como si fuera un bebé, pero nadie dice: “qué lindo”.
      
         ­–¿Ustedes conocen a alguien? –preguntó Julia.
         –Sólo a las gemelas. Y no mucho –respondió Mauro–. ¿Ustedes?

      –A vos y a Julia, por desgracia –dijo Rafa.

         Más gente entraba. Cada uno tenía el duplicado de las llaves, por alguna extraña razón. La casa ya no pertenecía a Rafa. En el pasillo, un anciano charlaba con algunos pibes.  Julia, Mauro y Rafa se acercaron. Comentó que se iría a Perú si ahí se despenalizara el sexo con menores. 

     -Súmense al plan, señoritos. Si se quedan conmigo, les regalaré desde tarjetas de celular hasta ropa. 

         Los tres corrieron por el pasillo. Llegaron a la puerta. Entró el presidente Pepe Mujica. 

         Mati salió de entre la multitud y le dijo: 


        –¡Nosotros somos parecidos!Yo tampoco tiendo la cama. 


        Mujica se emocionó, y le dio un regalo: el perfume del Pepe, U from Uruguay. Se sintió el flash de varios fotógrafos. Enseguida, unos periodistas apartaron a Mati para entrevistarlo.

        -¿Qué hacen? No registren esto. ¡Mi madre no puede saber que hice una fiesta!

        -Típico, celos de hermanos... Nos interesa entrevistarlo a él. Otra vez te tocará.

         Un elefante pasó, y Rafa corrió para un lado, y los periodistas para el otro.

        -¡Julia! ¿Dónde está Mauro?

        -Está entrevistando a los periodistas que entrevistan a Mujica. 


       -¿Qué hacemos? 


       Sacar a la gente a las patadas no era una opción. Ni el más fuerte del mundo habría podido. Gritar, tampoco podían. La música estaba más allá de las ondas de sonido.  
         De repente, entró un hombre. El último. Se hizo el silencio. Todos lo miraron. Era llamativo. Tenía una pelada prominente, dientes de oro, y una remera con el logo de la discoteca brasilera Kiss. Sacó un cigarrillo y preguntó:

         –¿Fuego?


       Y ya nadie molestó en la fiesta.

sábado, 9 de febrero de 2013

Rafa pone buena onda I


       Rafa quería irse de vacaciones porque en su casa estaba todo mal.  Buscó lugares en internet. A esa altura del verano, sólo quedaba libre un campamento. La página web era un poco triste, ¿pero quién era él para juzgar? Llamó a Julia:



        Nos vamos a acampar.

        ¿Eh? No.                                  

Después de tener tres veces ese diálogo, tuvieron otros. Al final:

         Te veo mañana en Tres Cruces a las 9.15.

         Dale. No puedo creer que me convenciste. Te odio.


         A las 9.15, Rafa estaba con los pasajes en la mano y Julia, en un taxi. 9.30, quién sabe cómo, se tomaron el ómnibus. Lo bueno del campamento era que quedaba en Punta del Este, lo malo era todo lo demás. Cuando llegaron, vieron un montón de gatos y murciélagos (aunque era de día). 


           No está mal, para haberlo organizado con poca anticipación...

           Sí. Es bastante recomendable. Se lo podemos recomendar a nuestros enemigos.




          Deberían haber armado la carpa y pasado por algún quiosco. Pero eran jóvenes irresponsables de piel pálida. Así que dejaron todo tirado y fueron a la playa a tomar sol. Se acostaron, pero Julia se aburrió de estar quieta a los cinco minutos. Entonces, fue a caminar. A la vuelta, pasó por un parador y se encontró con Mauro. 

         Se sentaron en una mesa. Ella pidió un helado. Él, cuatro. Hablaron de todo un poco. Él le contó que, al día siguiente, iba a ir a una manifestación silenciosa por Mailhos. 

          —Es un muelle de Punta del Este. Queda por la playa Mansa. Lo construyó un millonario que vivía cerca de ahí: Mailhos. 


         —Mirá... no sabía nada. ¿Y por qué hay una manifestación?


         —Porque está en malas condiciones, dejado de lado. La manifestación es para que se declare patrimonio. 


         —Ojalá lo consigan.


         —¡Sí! ¿Y vos en qué andás?

        —Vinimos con Rafa, para desestresarnos. Él está bastante mal. Tuvo problemas con la familia. Espero que salir un poco le haga bien.

         — ¡Esperemos!

         —Ahora voy a volver. Lo dejé cuidando las cosas y debe estar aburrido. ¿Querés verlo?

         —¿Dónde está?

         —Y... calculo que a cuatro cuadras.

         —¿Cuatro? No sé, me duele un poco la rodilla. Mejor nos vemos después, ¿dale? 

         —Dale. 

        Julia se puso a caminar pensando en Mauro. Le llamaba la atención que moviera tanto el cerebro, y tan poco las piernas. Por un lado, siempre seguía las últimas noticias. Y, por otro, no era capaz de caminar cuatro cuadras. Cuando se encontró con Rafa, volvieron al campamento. 

         —Esta carpa es un gimnasio móvil, che. ¿Te das cuenta de todo lo que nos movimos para armarla? Y eso que vinimos a descansar.

             —Imaginate a Mauro acá. 

         Cuando terminaron con la carpa, fueron al quiosco. Almorzaron, y después se tiraron en los sobres a charlar. Rafa estaba preocupado por su tía. 

          —Tiene carácter muy fuerte, y está cada vez peor.

               
          —Vos tenés el carácter más fuerte del mundo, y tan mal no estás.  
         
          —Pero ella es diferente. Es mucho más... no sé, no sé cómo describirla. Todavía vive con mi tío, que es su ex. Se llevan horrible, en serio. La otra vez me dijo que, un día de éstos, lo va a matar. Tiene pensado usar una varilla de hierro. 

           —¿Una varilla de hierro? ¡No te lo podés tomar en serio! Es un chiste, Rafa. 


           —Mirá que no. No es que me dijo que le va a pegar un tiro. 


          —No sé, no creo. Tranqui, Rafa. Aprovechá que estás acá. Mañana vamos a la playa. Y, de noche, a la manifestación. Así salimos un poco de nuestro ambiente. Y, aparte, nos encontramos con Mauro, que siempre viene con algo nuevo.

   
          —Sí, qué sé yo. 

                                                                                        
          Al otro día, como Julia había previsto, fueron a la playa.

       Volvieron al campamento temprano. Rafa no tenía muchas ganas de ir a la manifestación, pero Julia insistió y al final fueron. Quedaron en encontrarse con Mauro a las diez.


               Media hora después, se iluminó el muelle con más de 200 velas, puestas en bidones llenos de arena.  Había cientos de personas, de todas las edades. Nunca habían estado en algo así. Cuando terminó, fueron a comer pizza. Mauro les contó varias noticias. Por ejemplo, que una mujer mató a su ex con una varilla de hierro. 



Referencias: 

http://ecos.elpais.com.uy/muelle-de-mailhos

http://www.elpais.com.uy/130210/pciuda-694805/ciudades/mato-a-expareja-con-varilla-de-hierro/

http://www.elpais.com.uy/130212/pciuda-695188/informe/con-unas-200-velas-piden-por-el-muelle-de-mailhos/